domingo, 13 de septiembre de 2009

YO...de Asenat.

La mantequilla atraviesa por en medio de los corredores entrelazados como laberintos y obstaculizan los pasos al andar, creo que fue ayer cuando se quebró solo el espejo….

La impavidez de mis ideas ahora duerme todo el día, me pregunto si ahora se dan cuenta de la realidad o simplemente me envidian esa tranquilidad en la que no me es permitida entrar.

Es culpa mía pararme bajo un árbol de manzanas, cuando las idiotas manzanas están diabólicamente maduras y yo que quería leer El Principito.

Odio que el tren haga chuchu chuchu tan fuerte porque no se taparme los oídos y el vocho que compre nunca tuvo claxon, poco a poco me he acostumbrado a no ser escuchada, pero sí a ver al retrovisor como mi ángel guardián.

Las paredes y el techo de guata resguardan más seguidos mis días que deben ser de oficio, en ese momento en que llega el coco y el monstruo del armario hace fiesta con el que duerme bajo mi cama, nunca les ha importado que los medio moje, mientras medio lloro, total, yo ni ruido hago. Odio las cápsulas que me tomo y hacen buuu dentro de mi estómago, ¡Miedo te odio tanto!.

Hoy el espejo se ha pegado solo y se colgó a un lado de la bañera donde está prohibida el agua, no vaya a ser que por un “descuido” caiga y las sirenas no me dejen salir. Me vi como si me conociera, con esos lentes oscuros para no ver más de lo que quisiera saber, me di cuenta que mi cuerpo con unos grandes y oscuros lentes es simplemente, exacto.

viernes, 28 de agosto de 2009

Luces..de Asenat.

Las luces del carro acarician las líneas de la carretera, me imagino tu forma recostada bajo la luna y entre los árboles, burlándote de las estrellas que no pueden acercarse tanto al mar, y tú...Solo mojas tus pies. Veo esa línea blanca que me grita no pases, está en medio del silencio como cuando inicio mi mirada a la entrada de tu espalda y baja a tu cintura y…se pierde. Las luces acarician las líneas amarillas de tu cuerpo, aquellas que me advierten que todavía estas ahí.

Luna...de Asenat.

Cuando la luz de la luna toca los hombros de las inmóviles aguas, los pececillos se esconden bajo el puente por miedo a ver más allá de sus narices, aunque quizás con la luz puedan ver el color de las flores.

Soy...de Asenat.

Soy como la cantina donde bailan las mujerzuelas con grandes estolas, mi aroma…un puro hecho de vainilla, mi piel el tostado del café con una palidez en el rostro, lo raro…es que mis ojos saben ver el amanecer y la belleza de las ranas, mis besos ya no besan y han olvidado los gestos al tocar, porque así, yo los enseñe.

Bajo el telón...de Asenat.

Tengo la forma del pretexto en dos puntos cardinales de mi cuerpo y nada más, soy la imagen de necesidad con la que ha veces juego, tengo la maña de sentirme ausente cuando te obligo a recordarme, ayer estuve cubierta bajo el telón, hoy juego entre la segunda y tercera llamada, mañana…aun no sé, pero sé que estaré en ti y con suerte me hare brillar en el escenario.

Noche..de Asenat.

La noche es perfecta como para un paseo de carretera algo de música y té frio, no hay lunas chismosas, las carreteras son infinitas sin destino alguno, los semáforos están en rosa y si se bajas las ventanas siempre se escucha el mar.

Indispuesta...de Asenat.

Fue un beso, lo conté, sólo uno, él tenía la panza como un barril sin fondo que colgaba por sobre todo aquello que no alcanzaba a verse, una barba rasposa de aquellas que nadie quiere besar, seguía la música, lenta, pausada, aburrida e indispuesta y yo al igual que las notas…fingí que dormía.

jueves, 16 de julio de 2009

El tinte...de Asenat.

-Te están saliendo canas-, le dije mientras ella con gracia extraña, giraba su mano moviendo el cucharón dentro de la olla de chocolate caliente a punto de abortar su espuma. Al parecer mi voz demasiado débil había sido inhibida por el gorgoteo de los frijoles que terminaban de cocerse sobre la estufa. Ella ignorando mis palabras se concentró en el humo que aquellos desprendían, quizás para encontrar la figura malformada de una virgen de Guadalupe, algún santo, el diablo o del mismísimo Jesucristo; total, si han aparecido en las explosiones de las guerras, en el humo del cigarro y hasta en un pay de piña, por qué no aparecer en la cacerola de los frijoles, pensé intentando encontrar la misma imagen. Sin lógica alguna, en el baño de salsa de la cuarta enchilada, mis ojos vieron la serenidad y la ternura de esa mujer, su cabello largo, húmedo por el baño que acababa de recibir y ahora con líneas minúsculas de nueva cabellera, enredada en una bata rosa de pequeñas flores amarillas con ramitos azules, ya no era la misma, acababa de confirmarlo. La que por muchos años tomó de mi mano para cruzar la calle, la que mes con mes ocupaba mi pupitre para escuchar mis avances educativos, pero sobre todo, las quejas de la maestra por causa de mi mal comportamiento, o mi endemoniada conducta, como decía si mamá no escuchaba y repetía constantemente mientras me hacia limpiar los borradores cuando los demás niños comían pepino con chilito y jugaban, según me contaban, al doctor, trato de olvidar la frase: “cuidado se lo dices a alguien”, de aquella maestra a la que ya no logro distinguir su cara en mis recuerdos y a la que siempre odie porque nunca me permitió ponerme una bata blanca por media hora.
-Creo que le falta sal-, dijo mientras ponía sus labios sobre la cuchara llena de frijoles, haciéndome regresar al recuerdo de esa mujer con su vestido de rayas azules y su peinado algo extravagante de los años 80’s, recuerdo como adornaba con gomitas de colores las gelatinas verdes que después usaba de carnada para obligarme a comer la sopa de arroz con zanahoria y tomar el agua de tamarindo, esa amargosa frutilla que cortaba del árbol que nos cubría del sol por las tardes. Una falda de color muy pálido y una blusa sin mangas la acompañaban por las tardes cuando regaba las flores de infinidad de colores, y las rosas junto a la ventana levantaban el cuello y cerraban sus ojitos de una forma tan presumida mientras les salpicaba el agua suavemente para no ser lastimadas por las gotas, y para terminar, me tomaba de la mano para darme el baño que según ella, yo necesitaba, mientras que yo, con el llanto de una viuda sin herencia, le gritaba que estaba en un error, que el baño no era necesario, que por qué no me quería y que le contaría a mi papá cómo me maltrataba, mientras ella hacia espuma en mi cabeza con el shampoo de estrellitas olor a chicle y cantaba Bésame mucho para no oírme.
Fue en mi cumpleaños que dedicó toda la mañana para hacerme un pastel blanco con chupetitos rosas y, por supuesto, más gelatinas en pequeños vasos azules, sandwichitos perfectamente cortados y unas bolsas llenas de dulces donde, utilizando toda su habilidad matemática, daba la cantidad necesaria, siempre tratando de dejar una bolsa completa para cuando, por las prisas, no llegara a hacer las gelatinas para después de comer y entonces usarlos de carnada; aunque recuerdo que en dos ocasiones no hubo dulces, ni gelatinas, basto un par de amenazas para lograr hacerme comer.
Sus manos hacían un gran moño en mi espalda, un vestido blanco de listones al frente, listones con los que un día intenté ahorcar al gato después de resistirse a mis caricias y no dejarse poner el babero de patitos que hacían juego con el pañal morado que había logrado ponerle. El vestido jamás me gustó, pero había sido un regalo de ella, estaba obligada a sentir un gusto insaciable por él, aunque me viera como un ostentoso regalo de navidad.
En los días de invierno el ungüento en la espalda y en el pecho es lo que mas recuerdo, sobre todo ese olor a eucalipto que se quedaba impregnado en sus manos mientras yo lograba ver unas grandes pelotas negras y azules por el techo por los efectos de la enfermedad.
El chocolate estaba listo, los frijoles habían dejado de gorgorear y los santos nunca aparecieron, elevando mi voz, volví a repetirle, -Te están saliendo canas-, y con paciencia esperé una contestación sabia como en los libros de cuentos, pensando en un cabello blanco lleno de vida, y ella, mirándome, sonriendo contesto. Sí, ya me di cuenta, y no decido que tinte ponerme.

Número de suerte...de Asenat.

9:58 de la noche. Es hermosa, puedo ver sus lentejuelas porque la luz de un farol en la esquina las ilumina. La luz del semáforo en rojo, el retrovisor me la señala, con esos tacones sin duda es más alta que yo, recargada hacia un hombro desnudo sobre la pared de ladrillos, un escote que le puedo ver hasta el ombligo y un poco más, su rostro brilla un escarchado brillante, recuerdo las hojuelas de mi abuela y el azúcar derramándose desde los dedos de ella y brincando a todos lados, pero ella no sabe a hojuela, eso esta claro. Luz verde, el claxon del coche de atrás me hace el aviso, avanzo, ella se va alejando tras la velocidad de mis ruedas y desaparece. Llegaré a mi casa, nadie me espera, no habrá leche, no habrá pan, la gata de la vecina anda en celo por lo tanto mi gato andará tras ella, entonces, tampoco habrá gato, quiero volver, no puedo, ¿llevármela a casa? No tengo dinero, si acaso 80 pesos para los seis cilindros del carro, no hay dinero, pero quiero volver, ella preguntará cuánto traigo y no sabré que contestar.

10:58 sigo estacionado una cuadra antes de su cuerpo, los coches pasan y ella permanece ahí. ¿Cobrara muy caro? Es hermosa, aunque si no tuviera esa grasa que se nota hasta donde yo estoy quizá ya no estuviera ahí, no está impaciente, debería estarlo, si no trabaja hoy, ¿cómo pagara la renta? ¿O tendrá casa propia? Esta mañana leí mi horóscopo en una revista publicada hace ocho meses, no sé si aun funcione lo que leí, decía que encontraría el amor verdadero, que el amor de mi vida estaría cerca, estoy a una cuadra de ella, no se si a eso se refiera lo de cerca, también decía que me vistiera de verde que era mi color del día, traigo una camisa azul, espero que no sea tan importante. La mujer de naranja a su lado se va, un carro gris acaba de abordarla, no fue tan difícil convencerla, es la mitad de grueso que ella, entonces yo creo que cobrará más barato, movió su mano en forma de circulo para señalarle un “ahorita vuelvo” y ella movió la cabeza para decir sí.

11:58 ni siquiera sabe que estoy aquí, no ha volteado a ver para este lado, empiezo a tocar la palanca de mi carro, la acaricio, y a ella la observo, acaricio la palanca de arriba para abajo, de abajo para arriba y la observo, mi respiración se vuelve más rápida, aprieto la palanca mientras observo sus piernas gordas, celulíticas, y esos pechos que casi cubren su ombligo por lo colgado que están. Mis manos ya están sudando por el plástico de la palanca, el plástico es verde quizás me traiga suerte.

12:58 una vuelta, dos vueltas, tres vueltas a la cuadra y me estaciono frente a ella, bajo el cristal y la veo a los ojos, se acerca, estoy sudando, me pregunta si me puede servir en algo, cómo le digo que es el amor de mi vida, que en mi horóscopo decía que la alineación de los planetas está a mi favor, ¿cómo le digo que lo que leí se está volviendo realidad? Me pregunta cuánto traigo; saco la cartera pero no la abro, está gruesa, he recortado la parte de atrás de las cajetillas de cerillos por algún tiempo, traen las pinturas de Dalí, de Van Gogh, de Frida y de Picasso, la mitad son repetidas y las he guardado ahí, ella sonríe y sube al carro, yo vuelvo a guardar la cartera. Conduzco en dirección a mi casa, voltea a verme a cada minuto, yo fijo mi mirada al frente, mis manos aprietan el volante no quiero tocar la palanca, después de lo que le hice ahora me da asco, me pregunta si vivo lejos, muevo la cabeza para decirle que no. Qué bueno que no llueve, eso volvería la situación una escena común, como en las películas. Ni siquiera traigo radio, espero que no se desespere por el silencio al que me limito, hace dos días leí en el horóscopo del periódico que esta semana la música me desconcentraría de mis labores intelectuales, así que decidí quitar el radio, aunque como quiera no servía.

1:58 le abro la puerta del edificio, se conduce al ascensor y yo pongo un pie al principio de las escaleras y se me queda viendo, me pregunta si sirve y muevo la cabeza para decirle que no, se me adelanta tres escalones, el final de su falda y el inicio de sus piernas quedan justo en mi cara, primer piso, se queda parada para ver si hemos llegado, yo sigo caminando, se vuelve a adelantar los tres escalones, segundo piso, se detiene, yo sigo caminando, tres escalones más, mis ojos siguen viéndole la falda, tercer piso, se detiene y me mira, me pregunta si falta mucho, yo muevo la cabeza para decirle que no, tres escalones más, cuarto piso me detengo, sigue caminando, voltea cuando deja de escuchar mis pasos y se regresa, departamento ocho. Le abro la puerta, entra y voltea a ver de piso a techo, el gato no está.

2:58 me pregunta qué me gusta, la observo de arriba abajo, se sienta en la esquina de mi cama y se dobla para quitarse los tacones que lleva puestos, puedo ver ese abdomen que se dobla dos veces y hace una especie de hamburguesa doble, me siento en el sillón que esta frente a la cama, el gato hace ruidos en el callejón, hace unos días leí en mi horóscopo que las relaciones sentimentales y sexuales me mantendrían contento, pero no ha funcionado para mí, yo creo que mi gato ha de ser del mismo signo que yo… y a él sí le funcionó. Nunca he visto leer el horóscopo al gato. Se ha recostado diciéndome, “a la hora que quieras papi, trabajo por tiempo no por cogida”, saca de su bolsa paquetitos de colores, “qué color prefieres” me pregunta, le señalo el verde, es mi color por este día. Se queda dormida esperándome que llegue a ella, me levanto sin hacer ruido, doy un paso por cada ronquido que da y me acuesto lo más cerca de ella, pero solo para ver el techo.

3:58 la veo dormir, sus ojos cerrados, su mente abierta a no sé qué sueños, no sueña conmigo eso lo sé, quiero besarla quiero sentir esos labios chuecos, besar su cuello, penetrar donde más huele a mujer, su piel resistiendo a agrietarse me provoca, me incita a tocar cada parte de ella, las montañas de su cuerpo me gritan que la bese y yo tengo que resistirme, sólo las sábanas la tocan y su cuerpo a medio metro me emociona, veo su piel desnuda bajo esa ropa vieja, qué bueno que está dormida y no puede ver el temblar de mis labios, ni el sudor de mis manos y de otras partes de mí, qué hermosas piernas tiene, no la conducen a mí, ni modo, no puedo tocarla…y yo…ni siquiera me atrevo a tocarme…

4:58 sigue dormida, entre sus dientes hay una ventana y deja escapar la saliva para mojar mi almohada, yo sigo viendo la grietas de mi techo, necesita pintura, pero no hay dinero, llega mi gato a casa, se le nota complacido y cansado, habrá pasado una buena noche, y yo, ¡maldita sea! sigo viendo las grietas de mi techo, si le hago el desayuno ¿que pensaras de mí? Me gustaría hacerle hojuelas y simular ese escarchado brillante, mejor me hago el dormido, ¿cómo le pagaré? No creo que quiera las tarjetitas de Dalí, ¿quien paga con arte? Sólo los malditos muertos que pagan sus deudas y se vuelven ricos cuando ya se han ido.

5:58 ella despierta de nuevo estoy en el sillón observándola, se limpia lo mojado de su boca con mi sábana y me pregunta la hora, no tengo reloj, el que cuelga en la pared todo el tiempo marca las ocho pero no tiene la manecilla de los minutos, me pide que le pague, le ofrezco de desayunar deseando que diga que no, el refrigerador esta vacío, se empieza a enojar, se levanta y grita mientras se pone de nuevo sus tacones, vuelvo a ver esa hamburguesa doble que no me pude cenar, le entrego la cartera y me la avienta a la cara saltando Van Gogh y Frida por los aires, está claro que no le importa el arte, ¿a quién le puede importar el arte? Solo a los que no tienen que preocuparse por pagar la renta. Me volteo y me dirijo al ropero, tengo que pagarle como todo en esta vida. Saco el anillo de bodas de mi madre, se lo daré y le pediré que se case conmigo. Hace unos días leí en el horóscopo que pronto encontraría a la persona con quien viviría por el resto de mi vida, qué suerte que sea hoy.

6:58 el cuchillo atraviesa mi espalda, ¿por qué te di la espalda? sólo fui a buscar el anillo de mi madre para dárselo, mis rodillas se doblan, un pulmón atravesado hace que el aire se me salga por la espalda, aprieto el anillo de mi madre que tengo en la mano, se empieza a incrustar en el centro de la línea de la vida, esa que dicen que tenemos en la palma y que era la que más larga tenía, hace un tiempo fui a que me leyeran la mano, me dijeron que viviría muchos años, creo que me estafaron aquella vez. Ocho segundos más, el aire se ha escapado, ella salió por la ventana y la ha dejado abierta, el sol cae directamente en el suelo y se refleja en mi cara, ¡maldita mujer! debí haberle dicho que soy alérgico al sol. El gato vuelve a salir por la ventana y hace ruidos con la gata en el callejón, ayer le puse la playera que le quité a un oso de peluche que me encontré en la calle, hacia frió y no quería que se enfermara el gato, era una playera verde con el ocho en la espalda, recibí varios rasguños al ponérsela porque le quedaba muy ajustada.

6:59 leí en una revista que el ocho es mi número de la suerte. Hoy... debí haberme puesto una camisa verde.

CMYK...de Asenat.

El carro se paró por causas que quizás nunca entienda, he visto el semáforo prender y apagar como un árbol de navidad. Recuerdo los aguaceros de agosto y los calores de abril, es septiembre lo sé...y no me siento patriota. Rojo, verde, amarillo o algo similar, a ti te recuerdo en rosa, aunque a veces en verde, quizás seas un CMYK con tonos turquesa.

Canción Feliz...de Asenat.

Ayer hubo una canción feliz el gato movió las orejas mientras fingía que dormía sobre un cojín adornado con flores, yo sé que le gusto. La canción daba los buenos días al señor sol, a la vida y al amor……Estaba nublado, aquel se murió y la casa estaba sola. El gato y yo no dejamos de cantar pero yo nunca pude mover las orejas...y al tonto del gato jamás le salió la voz…solo por eso la canción fue más feliz.

Seducción...de Asenat.

Hubo una seducción total llena de excesos y pólvora con sabor total, el incienso carcomió las transpiraciones etílicas llenas de vértigo. El líquido entraba y salía con sonidos diferentes pero nadie bebía. Excesos, risas y alucinaciones liquidas. Una adicción a los poros abiertos de cada milímetro de piel… el sax y la trompeta callaron el ruido…pero yo pude oír lo que quizás no sonó.

Miedo...de Asenat.

Hay temporadas donde las noches son largas, sin saber porque el tic tac se vuelve lento y el dormir es algo extraño, ya nadie vela nuestros sueños ni nadie nos cuenta un cuento, tener miedo se vuelve un lujo que por más que nos domine no podemos presumir. Los sueños son para los despiertos cuando mas están dormidos.

Necesidad...de Asenat.

Es la necesidad de hacer presencia en una vida que no me corresponde, de creer tener un nicho en algún lugar de alguien, en algún lugar de un ser que si habita la tierra. No sé que es peor, creer que hago falta o jugar a que me necesitan.

Mal Hábito...de Asenat.

Quizás puedas jugar conmigo, atarme, controlarme, mientras intento cambiar mis malos hábitos… el mal hábito de poder controlar ideas, ser mentirosamente inocente ante el enemigo, el mal hábito de no dar explicaciones y hacer de todo como si nada fuera importante. Tener la manía de provocación cuando el café aun no está servido, de fumar cuando al desayuno le faltan seis horas para servirse, de recibir lo que sé que siempre me quieren dar, y si eso no es felicidad, prender la tele y creer que nada ha sucedido.
Puedes jugar conmigo, pero mis malos hábitos quizás puedan ganar. El mal habito de decir las cosas cuando quizás ya no son necesarias. El mal hábito de no creer en las promesas y de esperarlas no importa cuánto. El mal habito de dormir y creer que no estoy soñando, de engañarme cuando necesito de ti, y yo, aun no me puedo encontrar.

Desnudo...de Asenat.

Y te sentí más que desnudo...
Con ese ardor subcutáneo de tu cuerpo,
Mis manos tocaron tus ansias
Y mi lengua jugueteando
Enveneno tus formas,
Y escuche lo que jamás dijiste…
Ahora me bebo un café y le cuento
A mi cigarro el camino
Que recorrió mi lengua.

domingo, 29 de marzo de 2009

El desayuno...de Asenat

Un gran chile relleno parecía contonearse como bailarina de cabaret sobre el plato, bañado con una tela transparente que dejaban ver lo blanco de su centro y pareciendo seducir al comensal que observándolo con gran deleite sonreía.
Unos dedos gordos y callosos partieron en dos al chile que dejaba salir lentamente el queso medio añejo pero perfectamente derretido, la tortilla ocupando el lugar de la servilleta y en medio de la acción una risa picarona se dejo oír intentando pasar desapercibida.
Sin quitarse el sombrero partía la tortilla tomando un puñado de arroz y se la llevaba a la boca, su mal peinado bigote se movía tocando un poco más abajo de su barbilla, pareciendo que por cada movimiento se le fuera a caer, llegando a parecer falso.
La cerveza vacía quedó al lado del licuado hecho de uvas rojas sin semilla, plátano y naranja, receta robada de la página: mi cuerpo perfecto.com y de los hot cakes adornados con fresas y kiwi formando una carita feliz y en su centro una cereza simulaba la nariz roja de un payaso.
Limpiando el gran mostacho y sacudiéndolo de un lado a otro se levantó acomodándose la camisa dorada donde se dibujaba una brillante Virgen de Guadalupe, se paró en la puerta y guiñando el ojo se despidió de su pareja, quien rascándose la barba y cubriéndose la corbata con el delantal amarillo, cuidaba de no mancharse.